¿Quieres que te cuente un cuento recuento?
Cal, Mel y Llos, son del desierto, los más buenos camellos.
Una importante misión tenían esa Navidad:
visitar al bebé que era todo bondad.
Jesús se llamaba y en la ciudad de Belén estaba.
En un pobre establo había nacido,
y el mismo Dios lo había bendecido.
A la tierra la paz y el amor traería
de José y María el bebé nacería.
A tres magos de Oriente los camellos debían llevar
para que pudieran al pequeño honrar y adorar …
humildes presentes llevarían,
con los que al bebé obsequiarían.
Larga era la travesía,
cualquiera se perdería,
pero eso no les pasaría,
pues una estrella los guiaría.
Los tres camellos muy despacio caminaban
parecía que cada uno de sus pasos contaban.
Darío, una cría de dromedario
que era de su mismo barrio,
mirando se los quedó
y de su lento paso se burló.
Mel, que de todos los camellos era el mayor
de enseñar modales al peque, tuvo el honor:
– “la paciencia es una de las mayores virtudes
pequeño amigo Darío, nunca lo dudes,
si sabes la calma conservar,
tu triunfo no se hará esperar
pues si alguna cosa bien quieres hacer
mucha paciencia deberás tener.
Cal, el mediano le interrumpió
y otro sabio consejo le dió:
-”Correr podemos
pero no debemos,
nosotros nos cansaríamos,
a los magos tiraríamos
y a Belén sin ganas llegariamos …”
A lo que Llos, el pequeño, añadió
mientras despacio pestañeó:
-” No por más deprisa caminar
tu destino se va a acortar,
paso a paso a cualquier lugar llegarás
pues descansado y seguro avanzarás”.
El pequeño Darío sin palabras se quedó
y el Niño Jesús desde el pesebre sonrió:.
Siguiendo a la estrella a Belén llegaron,
con muchos pastores allí se encontraron:
A los Magos de Oriente a su destino llevaron
y en el establo junto al bebé los tres descansaron.
Dario al niño también se acercó
y un lametón en la mano le dió
Jesús con dulce amor lo acarició
y la virtud de ser paciente le regaló.