¿Quieres que te cuente un cuento recuento?
La pequeña Lucía adoptar un perrito quería,
de noche y de día a sus papás se lo pedía
pero ellos siempre se lo negaban
y que entendiera el por qué le rogaban:
tener un animalito requiere una responsabilidad
y debía estar segura de que lo quería de verdad
pues ya sabían que era algo caprichosa
y un peludito es un ser vivo, no cualquier cosa.
Más temprano se tendría que levantar
para sacarlo con su correa a pasear,
el animalito haría en estas salidas sus necesidades,
esa sería una de sus prioridades,
además de socializarse con algún que otro perrito,
para conocerlo y jugar con él un ratito…
aunque lloviendo un día estuviera,
o mucha pereza salir le diera,
el pequeño tendría que bajar a la calle igualmente,
Lucia también debería tener esto presente;
sus vacaciones tendrían que planificar
y un lugar en donde lo admitieran buscar,
pues con él, por desgracia, no en todos los sitios los dejarían estar;
de que no le faltase su comidita estaría cada día pendiente,
así como de prepararle amorosamente una camita caliente;
y al veterinario lo llevaría si enfermito se pusiera
para que una completa y rigurosa revisión le hiciera…
Lucía a sus padres con atención escuchó
y gratamente los sorprendió
porque les pidió que a la perrera municipal la llevasen
y que para ser voluntaria los fines de semana la apuntasen.
Así sus papás lo hicieron y una gran alegría tuvieron:
muy temprano Lucía emocionada se levantaba
y como una más, a todos sus compañeros ayudaba,
a algunos incluso los paseaba
y de darles comida y cuidar su estancia también se ocupaba.
Tan responsable la niña estaba siendo,
que la familia en su negación iba cediendo
y consintieron ser hogar de acogida de un pequeño,
hasta que regresase de un corto viaje su dueño.
Lucía por el travieso Fisu se desvivía
y todo lo que le habían enseñado hacía.
Cuando el ‘papa’ de éste volvió, muy contento Fisu lo recibió
pero antes de irse, hacía la apenada Lucía se volvió
y un dulce y agradecido lametón en la mejilla le dio;
cuando la puerta tras de ellos se cerró,
un tremendo vacío en su corazón la niña sintió,
así a sus padres se lo comunicó,
quienes pensaron que ya estaba concienciada
y suficientemente preparada
para saber que el animalito un miembro más de la familia sería
y no un capricho que en poco tiempo se le pasaría.
Y llegó el día en que la sorpresa le dieron
y a buscar un perrito a la perrera fueron.
No sería una fácil elección
ya que todos vivían una triste situación,
aunque ella se decidiría rápidamente:
cualquiera necesitaba un hogar urgentemente.
Se fijó en un peludete que en un rincón estaba,
con un gatito próximo a su jaula parecía que jugaba;
Lucía se acercó y en brazos lo cogió,
cuando el minino esto vio, desesperado maulló,
mientras el perrito como un lobito aulló.
La pequeña al can soltó pues lastimita le dio
y éste al encuentro del gatito corrió
quien inmediatamente se calló;
ambos juntaron sus patitas nuevamente,
era como si no quisieran que los separase esa gente…
El responsable del recinto les explicó
que Misi muy mal herido un día llegó
y cuando el veterinario lo curó,
Perri de él no se había separado
y lo había protegido y mimado;
muy mal todos lo iban a pasar
cuando a uno de ellos vinieran a adoptar,
pues difícil sería que alguien juntos se los fuera a llevar.
Lucía al perrito nuevamente cogió
pero esta vez el gatito a un rincón se retiró,
incluso a la pequeña le pareció que le sonrió
y que de esta manera, a llevarse a su amigo la autorizó
pues con un dulce ronroneo lo despidió…
A Lucas, el papá de Lucia se le ocurrió algo de repente
y se abrió paso entusiasmado entre toda aquella gente:
que le dejase coger a Misi al responsable rogó,
éste accedió y cuando Lucas del suelo lo levantó,
Perri de los brazos de Lucia quería saltar
y ella lo tuvo que soltar;
hacia Lucas corrió y en sus piernas de pie se apoyó:
sólo con su amigo buscaba estar,
que se lo llevasen parecía querer evitar.
Buscando una complicidad, Lucas a su esposa miró
y ésta, entendiendo su mirada, con la cabeza asintió:
En ese momento decidieron que a ambos adoptarían,
de esta forma, separarlos evitarían
y su entrañable amistad conservarían.
A partir de ese gran día,
la vida de Perri y Misi cambiaría:
ya nadie los separaría,
una vida feliz les esperaba
pues una generosa familia a ambos adoptaba.