Piñi, el intrépido periodista que consigue ser paracaidista

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Piñi, el afamado periodista
¡quería ser paracaidista!
y aunque solo fuera por un día, 
lo que más le gustaría,
sería subir en helicóptero y a cierta altura,
soltar el cinturón de su cintura, 
lanzarse al vacío,
con la ilusión de un crío,
y dejar que el viento de Argentona
¡despeinase las púas de su corona!…
Y es que Piñi de tan inquieto,
no paraba quieto,
tenía alma de aventurero,
aunque también de roquero;
le encantaba un personaje en concreto:
un galán versátil y coqueto,
un espía fascinante,
con gustos inquietantes,
al que le gustaba que su bebida
estuviera agitada, no removida…
Piñi deseaba hacer su sueño realidad,
y un día por casualidad, 
la vida le dio esta oportunidad.
Hasta New York tenía que viajar, 
para poder entrevistar,
a un veterano piloto policía, 
también ex miembro de la CIA
que a la patrulla canina pertenecía.
En el helipuerto lo había citado,
allí una comisaría habían improvisado,
pues a consecuencia de un atentado,
en la jefatura en la que trabajaba,
y que tantos recuerdos albergaba,
se habían tenido que trasladar,
hasta que la pudieran arreglar.
La entrevista fue muy interesante:
Harry tenía una vida trepidante.
De pronto, el sonido de las sirenas
que emitían las ballenas,
los alertó de que algo pasaba,
y que nada bueno pronosticaba. 
Un loro irrumpió en el despacho,
balbuceando como un borracho,
pero Piñi y Harry lo entendieron
y corriendo del cuarto salieron,
no había tiempo que perder:
¡el gatofardo lo había vuelto a hacer!
El terrorista más buscado del planeta
que siempre iba en traje de chaqueta,
en la comisaría se había colado,
y habiendo a los vigilantes burlado,
había colocado un artefacto
que estallaría » ipso facto».
Piñi y el curtido policía
que órdenes por radio recibía,
hacia un helicóptero se dirigieron
y en el aparato subieron.
Harry los mandos cogió
y a Piñi un paracaídas le lanzó
que éste al vuelo agarró,
al policía miró aterrado:
¡él nunca había volado,
ni en paracaídas se había tirado!,
así al policía se lo gritó, 
pero Harry le explicó:
solo se lo debía poner por precaución,
no » pasarían a la acción»;
sin embargo, en esto se equivocó,
porque cuando volando ya estaban,
y por Manhattan pasaban,
los avisaron por radio
de que por su extrarradio,
el gatofardo continuaba sus fechorías
porque en las principales vías, 
había ido poniendo explosivos;
sus compinches lo ayudaban,
establecimientos saqueaban,
así, la atención de la policía desviaban.
Sin embargo, estos desplegaron sus dispositivos,
los artificieros, los antidisturbios,
todos controlaban los disturbios.
De pronto, Harry gritó alarmado:
un misil hacia ellos venía,
alguien lo había disparado,
su trayectoria traía;
Harry empujó a Piñi por la ventanilla, 
diciéndole que tirase de la anilla:
¡Piñi no lo podía creer, no sabía qué hacer!
¿iba a saltar en paracaídas, sin antes aprender?
pero no se podía parar a pensar,
solo debía intentar recordar
a qué altura de la anilla hay que tirar,
¡había leído tanto sobre eso,
investigando como un sabueso!
visualizó a su admirado espía:
¿ qué era lo que él haría?.
Pensar en él lo tranquilizó,
a ojo la distancia calculó,
cerca de los metros recomendados,
en los tantos videos visualizados,
cerrando los ojos, de la anilla tiró.
En un instante su vuelo frenó,
luego poco a poco bajó,
de un lado a otro se zarandeaba,
pero la situación controlaba, 
y eso, confianza le daba.
En ese momento, 
cuando casi respiraba contento,
un ave entre las cuerdas se enredó
y de pronto, todo se descontroló.
Piñi se puso muy nervioso,
pues como un bebé patoso,
sin control se movía
y en las cuerdas se revolvía
mientras en picado caía.
El ave asustada le picaba,
y él, a toda pastilla bajaba.
«Bueno, este es mi final»- pensaba-…
Rodeado de fotógrafos se despertó,
un vuelco el corazón le dio; 
tenía el cuerpo magullado,
estaba agotado, rendido,
pero¡¡había sobrevivido!!.
Al hospital lo llevaron,
donde de urgencias lo operaron;
todo salió a la perfección,
aunque fue una delicada intervención.
A la mañana siguiente, 
su buen amigo Vicente, muy sonriente,
la portada de un diario le mostró,
Piñi no creía lo que veía:
¡en la noticia, él mismo salía!.
Encima del terrorista había aterrizado,
¡lo había dejado noqueado!
eso permitió que lo capturasen
y en la cárcel lo encerrasen.
Así es que de esta sencilla manera,
que no dejó indiferente a cualquiera,
Piñi se convirtió en héroe nacional,
y Harry le prometió,
cuando al salir del hospital lo vio,
que a nivel profesional,
clases de paracaidismo le daría,
con las que por fin conseguiría
su sueño lograr, aprender a volar
sin su cuerpo magullar.

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