Francia
¿Quieres que te cuente un cuento recuento?
François, era un joven rojo zorrillo,
que tenía algún que otro ahorrillo,
en el importante museo del Louvre trabajaba
y en casarse con su novia, Chantal, sólo pensaba.
Ella era de sus amigas la más linda, la más divertida,
y aunque hacía poco que con él estaba comprometida,
ya quería un hogar formar, para con Fran siempre estar;
pero mucho dinero necesitaba ganar
si a su amada compañera quería contentar.
Chantal en la catedral de Notre Dame deseaba casarse,
y si este capricho no le concedía, mejor que de ella se olvidase.
A la princesita sólo le interesaba de novio presumir,
y a costa del trabajo del incauto François vivir,
quien de nada cuenta se daba,
pues cegado de amor por su amada estaba;
una venda en los ojos por ella llevaba,
que ver la realidad no le dejaba
y de esto la insensible Chantal se aprovechaba.
El zorrillo caso no hacía de aquél que lo advertía,
sólo eran celos por la suerte que tenía,
ya que su novia era tan especial y hermosa,
que le tenían manía y envidia por cualquier cosa,
o al menos, eso era lo que le decía su futura esposa
las pocas veces que el tema sacaba,
porque cuando lo hacía, ella mucho se enfadaba.
Verdaderamente como a una princesa François la trataba:
los fines de semana, a carísimos restaurantes la llevaba,
donde de la más exquisita «nouvelle cuisine» Chantal disfrutaba,
entradas para el Louvre gratis le pedía
y aunque a perder su trabajo su novio se exponía,
a ella poco le importaba y a sus amigas invitaba,
de ese modo, la astuta zorrita la importante se hacía.
Ocurrió que al pobre François de su empleo lo despidieron,
nada de su falta le dijeron, que sobraba personal esgrimieron.
El pobre zorro estaba desesperado:
sin trabajo y sin nada de dinero ahorrado,
en poco tiempo estaría arruinado.
A Chantal sollozando se lo explicó,
pero ésta momentáneamente lo animó:
pronto otro trabajo encontraría,
con los buenos conocimientos que de todo tenía;
sin embargo, esto tardó en ocurrir
y la impaciente novia se empezó a aburrir,
perfumes caros ya no le compraba,
con sencilla «eau de toilette» la obsequiaba,
a restaurantes sofisticados no la llevaba,
con suerte a una fresca vichyssoise la convidaba,
a sus clases de cancán le era imposible asistir,
porque entonces François no tendría con qué subsistir.
Chantal otro ritmo de vida se había acostumbrado a llevar,
y del tren del conformismo ya se quería bajar;
así es que con algunas excusas a su buen novio dejó
y en encontrar a otro pardillo poco tardó…
Los amigos no dijeron al zorrillo que ya se lo habían advertido,
pues este comentario, aún más lo habría hundido;
a salir de su amargura le ayudaron,
a vivir de nuevo lo obligaron,
de esta manera su pena no alimentaría
y con ellos de nuevo a distraerse salía.
Muchas entrevistas de trabajo estaba teniendo
y buenos empleos le iban saliendo;
en cuatro idiomas el zorrillo François se defendía
y esto para presentar un excelente currículum le servía.
Así, como intérprete en su embajada un buen cargo consiguió,
que salir de su gran bache económico, con creces le permitió.
Pasados unos meses, estaba casi recuperado,
incluso con Elia, una compañera, algún día había quedado;
de la ingrata Chantal quería olvidarse
aunque varias lágrimas por las noches le dedicase.
Con la bella y dulce Elia estaba recuperando la alegría de vivir,
constantemente con su buen humor lo hacía sonreír;
con ella podía simplemente pasear,
viendo una vieja «peli» en casa disfrutar,
¡solo comiendo palomitas, hasta que se hartasen sus barriguitas!
No hacía falta que con Elia sus ahorros malgastase,
y en caprichos tontos su dinero gastase,
incluso, a veces era ella quien lo invitaba,
aunque un gran sueldo no ganaba,
pero de él no se aprovechaba;
los gastos entre ambos compartían y dividían
y si irse a vivir juntos podían, más adelante ya lo hablarían.
François no podía creer la buena suerte que había tenido,
conocer a la maravillosa Elia fue lo mejor que le había sucedido…
A oídos de Chantal la buena suerte de su «ex» llegó
y un día de la nada reapareció y lo abordó.
Elia y François por Les Champs-Élysées un día paseaban,
mientras de unos croissants recién hechos disfrutaban.
Chantal pensaba que a sus brazos de nuevo volvería,
que otra vez en su trampa embaucadora caería
y que a su circunstancial nueva compañera por ella dejaría;
ciegamente enamorado había estado
y tan pronto este amor no se le podía haber olvidado…
por muy guapa y dulce que Elia fuera,
ella había sido la primera, la novia verdadera,
pero para entonces François ya estaba de Elia enamorado
con su forma de ser tan especial, lo había conquistado,
por eso, y esperando no ser rechazado,
hacia su amada su cara giró,
y acercándola hacia él, un romántico beso le dio;
ésta le correspondió y acariciando su carita le sonrió,
mientras a la falsa Chantal, que dejase a François agradeció,
pues si ésta como una aprovechada no se hubiera comportado,
ella el verdadero amor no habría encontrado.
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