El amante del espacio y la compasiva extraterrestre

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Al lobo Frank le encantaban los platillos volantes,
le parecían alucinantes;
cuánto le gustaría al espacio viajar
y tal vez de allí no regresar.
Puede que allí más fácil fuera
que a un extraterrestre viera…
Marta acababa de aterrizar,
su verde cuerpo debía cambiar
para sospechas no despertar.
Le habían encomendado una misión
con la que subiría su graduación,
si es que con éxito la completaba
y a su planeta con los papeles regresaba.
Un poder y valor increíble tenían
pues desde su planeta veían
que eran capaces de provocar
que los terrícolas se llegasen a matar
por muchos de ellos acumular…
En un solar abandonado,
su nave había ocultado;
la casa de Frank estaba al lado,
seguro que allí encontraba
lo que tanto deseaba.
Su aspecto no había cambiado,
conservaba su cuerpo estirado
y sus grandes ojos almendrados:
no había podido encontrar
un cuerpo humano que ocupar.
Frank ese día no fue a trabajar,
una lesión en su pata debía curar,
en su cama reposaba,
en el “duerme vela” estaba,
más bien de poco se enteraba.
Marta entró en la habitación,
encima de un butacón,
un pantalón descansaba,
de su bolsillo el dinero asomaba,
la extraterrestre lo cogió sin dudar,
el ascenso no se haría esperar.
Frank, que los ojos había entreabierto,
creyó que se caía muerto,
viendo a una extraterrestre en su habitación
¡robando dinero de su pantalón!
Con cuidado se levantó,
pero Marta se percató
y con su phaser le disparó,
no quería matarlo, solo atontarlo.
Frank se consiguió apartar
pero su pata le volvió a fallar
y a pesar de tener buenos reflejos,
no puedo en absoluto evitar
chocar contra el armario de espejos…

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