Murf, el murciélago siricotero

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Murf es un peludo y simpático murciélago
que no vive ni en el bosque ni en el lago
sino en un sitio olvidado y apartado.
Antes en una oscura cueva vivía
pero mucho el pobre se aburría
pues sus hermanos siempre dormían
y el mundo no conocían.
Ahora, Murf vive sólo y aislado
en un cementerio olvidado
un sitio donde nadie quiere ir
y mucho menos quedarse a vivir.
Aunque por sus vecinos esté rodeado
por ellos es bastante odiado
pues cuenta la leyenda
¡Que toma sangre en la merienda!
Los pequeños miedo le tienen
hasta los mayores le temen…
¡Pero Murf es de la familia de los siricoteros,
sólo se alimenta de simientes y bananeros,
de los que poliniza su semilla
para que crezcan de maravilla!
Muchos gracias a él pueden comer
pero el mérito no le van a reconocer:
Así es que triste y sin amigos
pasa sus noches comiendo higos,
otro manjar que no hay que olvidar.
Una lluviosa noche se extrañó
pues cerca a los vecinos escuchó
ni por casualidad nadie por allí quería pasar
y que algo malo pasaba se atrevió a aventurar
Algunos de ellos lloraban
otros un nombre gritaban.
Murf creía que mal lo iban a tratar
pero aún así se acercó a preguntar.
– «Mi bebé se ha perdido
creemos que está herido»
– dijo mamá osa llorosa y temblorosa.
– ¡Yo os puedo ayudar,
tengo un poderoso radar
hasta la pequeña me puede guiar!
– dijo Murf emocionado e ilusionado-
si al bebé encontraba,
todo se solucionaba,
pues de paso que los ayudaba,
verían que sangre no tomaba…
Todos se miraron y murmuraron
pero dubitativos aceptaron,
Murf empezó a volar,
consultando su radar,
sus vecinos lo seguían,
como buenamente podían.
Por fin Murf se paró,
un rastro de sangre siguió
y a la pequeña herida halló.
Tumbada en las rocas de un riachuelo estaba
una de sus pezuñitas mucho sangraba.
Murf al grupo fue a avisar
porque al bebé no podía arrastrar.
Sin perder un minuto el doctor la curó
y Senda la osezna, pronto se recuperó.
Todos a Murf pidieron perdón
pues lo habían juzgado sin razón.
A partir de ese día, Murf vivió con alegría:
al cementerio lo venían a visitar,
incluso se quedaban a merendar.
¡¡Compartían plátanos e higos
como buenos y viejos amigos!!

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