Ruja, la moderna bruja

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La gatita Ruja pociones mágicas no sabe preparar,
ni siquiera se le da bien cocinar,
si algún capricho extra necesita,
siempre que su sueldo se lo permita,
honradamente prefiere comprarlo
y si no, mejor será olvidarlo 
pero no quiere conseguirlo,
ni a su familia pedirlo,
haciendo rebuscados hechizos,
como sus primos, los mellizos,
con patas de araña,
alguna de alimaña,
¡o púas de erizo!
Su madre y su abuela no la pueden entender: 
¡todo lo que quisiera podría tener!
Sin embargo, Ruja prefiere madrugar,
en la oficina a tiempo entrar 
y a gusto trabajar,
una vida normal quiere llevar,
como las demás gatitas del lugar.
A su madre y su abuela admiraba,
orgullosa de ellas estaba, 
nunca con ella se habían enfadado, 
ni la habían obligado
a ser lo que no deseaba.
Pero aunque a sus raíces nunca iba a renunciar
y orgullosa de ser quien era se sentía,
la bruja Ruja bien sabía
que a cualquiera no se lo podría explicar.
Eso no quitaba,
que a veces tentada estaba,
de poner en su sitio a Carmina, 
una odiosa y envidiosa minina
que siempre la provocaba.
Ruja trabajaba en una oficina
de utensilios de cocina;
Carmina muchos años allí llevaba
y algunos lujos y confianzas se tomaba,
como pensar que la jefa era
y que podía mandar a cualquiera.
Ruja siempre de buen humor estaba,
por eso Carmina la envidiaba,
con sus compañeros bien se llevaba
y fuera del trabajo, con ellos quedaba.
Un concurso de cocina se iba a organizar 
y aunque Ruja no supiera cocinar,
tuvo que participar.
Con mamá y la abuela practicaba 
y comprobó que mal no se le daba, 
que incluso la relajaba. 
Con unas galletitas sencillas
que quedaron a las mil maravillas,
y unos huesos de santo tan originales
que sorprendieron a los comensales,
en el certamen participó
y tan deliciosos sus platos quedaron,
que a todos les encantaron
y el primer premio ganó.
Carmina su desacuerdo mostró:
toda la semana le había llevado,
encontrar un delicioso guisado, 
el plato elaborado y adecuado
al que deberían haber premiado.
Sin pensar en lo que decía
y como a nadie temía, 
a Ruja de bruja acusó,
pues rumores sobre su familia oyó;
solo mediante un hechizo 
que seguramente hizo,
habría podido engañar al jurado,
ya que unas simples galletitas,
aunque ricas y tostaditas,
¡no podían competir con un asado!
Ruja por este comentario se ofendió,
porque la mala gata mintió
y tentada realmente estuvo,
aunque por suerte se contuvo,
de convertirla en rana o en sapo…

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