¿Quieres que te cuente un cuento recuento?
Piolina, la pollita más bonita, cerca de Bayona vivía,
en la ciudad de Pau, su familia un apartamento tenía;
alguna que otra travesura protagonizaba,
aunque ya nadie de eso se extrañaba,
pues aunque hacerlas ella no buscaba,
a veces, «la situación» de sus manos se escapaba
y cuando no la veían, de las suyas Piolina hacía;
como aquél día que quiso el mismo peinado de mamá tener
y para sus plumas rizadas mantener,
algo de espuma se debía poner,
pero al coger el tubo que ella utilizaba,
y mientras que no la «pillaran» vigilaba,
de envase se equivocó
y el de la pasta de dientes cogió;
cuenta de su error no se dio
y las puntas de sus plumas, con la crema embadurnó;
todas las gallinas comenzaron a reír y cacarear,
a pesar de que una cosa no se le podía negar:
era la que mejor olía del corral,
pues su perfume de menta y clorofila,
se percibía desde la primera hasta la última fila
y su look, modernamente despeinado, no tenía igual.
En cualquier momento, Piolina, la dulce gallina,
podía estar metida en alguna aventura,
como cuando un poco testaruda,
un día que junto a mamá paseaba
y un video casero ésta grababa,
pasaron por la casa de sus vecinos los elefantes;
Piolina quería saludar a su amigo Tirantes
y en vez de a la puerta, como todo el mundo llamar,
por un misterioso agujero que en la pared vio se metió
y al terreno donde los mamíferos descansaban fue a parar;
Silvia que en el visor de su cámara reflejada la vio
sorprendida y asustada, dejó de grabar
para de sus inquietas patitas a su pollita agarrar
y de en medio de los elefantes, su minúsculo cuerpo sacar;
un buen susto ese día a mamá le dio,
¡por un instante que se había despistado,
la podrían haber chafado!…
Feliz y contenta la jovencita vivía,
agradecida por todo cuanto tenía,
al equipo de fútbol de su ciudad pertenecía,
con el cual, hasta con clubes grandes competía;
tocando con estilo el saxo a su familia entretenía
y tomando clases de natación, contenta se la veía.
Sin embargo, Piolina, algo de menos echaba
y aunque genial con sus amigos se llevaba,
con quién compartir todas sus aficiones necesitaba,
pues tan inquieta la gallinita era,
que su trepidante ritmo no podía seguir cualquiera.
Quiso la fortuna que un día, que mucho llovía,
a su barrio viniera una buena y dulce gatita…
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