Hugo, el intrépido bebé

¿Quieres que te cuente un cuento recuento?

Cuando Yaimara a su bebé Hugo tuvo,
fue el día más feliz que para la gata hubo;
su papá Gabi y su hermano Uriel,
ni un minuto se separaban de él.
Gabi a componer música se dedicaba,
para Hugo algunas canciones tocaba.
Uriel los pasos de su papá seguía,
melodías como él componía,
también para su hermanito bebito,
para que de mayor supiera,
que la felicidad de la casa era;
el joven gato en el Trap se sumergía:
con sus amigos bailando se divertía,
el ritmo en las venas tenía…
Hugo crecía lleno de alegría,
rodeado de buena energía;
recogía setas y champiñones,
aunque le dolieran los riñones;
a Guillermo al bosque acompañaba,
su buen abuelo al que adoraba;
cuando un hongo encontraba,
el pequeño con energía le gritaba,
y éste con su navajita se acercaba,
y con cuidado lo cortaba,
de esta manera, otro volvería a nacer
y en su lugar empezar a crecer.
A veces tantos recogían
que a los familiares invitaban,
entre risas y fiestas comían,
y de estar juntos disfrutaban.
Guillermo les gastaba bromas,
entre los peques parecía uno más,
a veces se escondía,
por ninguna parte aparecía
¡y de repente, los sorprendía!
todos se asustaban y gritaban
sin embargo, de fábula lo pasaban.
Un día, Hugo vio un raro champiñón,
y como siempre lleno de emoción,
a su abuelo se disponía a llamar,
¡cuando el champiñón empezó a gritar!
el pequeño no se lo creía
¡pero dentro del champiñón alguien había!
Hugo se agachó cuanto pudo
y de repente, efectivamente,
una personita lo saludó efusivamente,
el gatito le acercó su pezuñita
y el enanito se le cogió a una uñita;
le dijo que no creyera que soñaba,
al ver la cara con la que lo miraba.
Se llamaba Jericó
y su historia le explicó:
no siempre un gnomo había sido,
una maldición había sufrido,
su padre era el rey Marcel Quiñones,
conocido en todos los rincones;
durante su reinado,
muy mal se había portado,
a su pueblo maltrataba
y a los enanitos del bosque avergonzaba,
por eso, el hada de las flores,
la bella María Dolores,
lo había castigado y hechizado:
a ser un gnomo lo había condenado, 
sus hijos y él, en el bosque vivirían 
y a palacio jamás volverían. 
Ahora reinaba su hermano Fabien,
él sí que a su pueblo trataba bien.
Pero el gnomo Quiñones, 
rey de los champiñones,
quería volver a reinar
y se dejó mal aconsejar
por la terrible bruja Maruja,
quién le dijo que a palacio podría volver
y que muy fácil sería si caso le hacía:
un veneno mortífero debía poner,
en algunas vistosas setas,
las que tenían forma de caseta;
cuando los humanos,
incluido Fabien, su hermano,
las cogieran y las comieran,
se envenenarían, todos morirían;
de nuevo en humano lo convertiría
y juntos gobernarían
porque con ella se tendría que casar,
para poder otras tierras dominar.
Esa mañana su padre había salido,
el veneno en las setas había esparcido.
Jericó se lo quiso impedir
pero no lo puedo conseguir 
por eso había pedido su ayuda.
El gatito no tuvo ninguna duda,
leyendas había escuchado
sobre el rey desterrado
¡no había tiempo que perder
todos podían fallecer!
Avisar a su abuelo esencial sería:
Guillermo un especial talento tenía
para encontrar las mejores setas,
de toda comarca y meseta.
Hugo corrió cuanto pudo,
a su casa llevó al enano,
habló con sus padres y su hermano,
quienes al ver a Jericó lo creyeron
y a buscar a su abuelo fueron.
Éste, al que le encantaba la aventura,
cogió su navajita por la empuñadura,
y al bosque a la familia acompañó;
por dónde debían buscar les enseñó,
porque las setas en forma de caseta,
solo cerca de los nogales vivían,
así es que esa suerte tenían:
rápidamente las encontrarían.
Pero sucedió algo inesperado,
con lo que no habían contado;
la bruja que a Jericó había escuchado,
cuando con Hugo hubo hablado,
a su ejército de sombras llamó:
de espíritus malos el bosque se llenó,
y a la buena familia rodeó;
a toda costa tenían que impedir,
que los humanos pudieran sobrevivir;
Hugo buscó a su amigo Jericó,
si él era más grande y miedo tenía,
¡Imaginó lo asustado que éste estaría!
A tiempo a su lado había llegado:
una sombra lo quería atrapar, 
pero Hugo no lo iba a dejar,
entre Electro, el horrible espectro,
y su pequeño amigo se colocó,
lo que pudiera pasarle no le importó,
solo en salvar a un indefenso pensó;
de pronto, todas las flores se abrieron, 
y miles de hadas de ellas salieron,
agitaban sus mágicas varitas 
como si fuesen furiosas abejitas,
a los seres oscuros rayos disparaban
y éstos en el acto se desintegraban.
En pocos minutos con todos acabaron,
y sus varitas contentas chocaron,
la bruja Maruja quería escapar,
pero tan fácilmente no lo iba a lograr:
Hugo y Uriel se miraron,
y con un gesto, los hermanos se «compincharon»,
delante de ella se pusieron,
y que avanzase impidieron,
aunque, el poder de la bruja olvidaron,
y petrificados se quedaron,
porque ésta su varita alzó,
diciendo unas palabras la agitó,
y en piedras los convirtió.
Gabi y Yaimara corriendo se acercaron,
y sobre ellos, destrozados, sus lágrimas derramaron;
el hada de las flores,
la buena María Dolores,
compadecida por su dolor,
llena de inmenso amor,
premió la acción de los hermanos,
y cogiendo las lágrimas con sus manos,
en la punta de su varita las colocó,
y unas palabras en tono suave pronunció;
de repente, casi inmediatamente,
los hermanos a la vida volvieron,
y a partir de ese día supieron, 
que unidos todo mal vencerían,
y que con cualquier contratiempo podrían.
A la bruja y al rey las hadas echaron,
del bosque los desterraron,
la feliz familia a cenar las invitó,
y como siempre, la paz en casa reinó.
Hugo y Uriel un karaoke improvisaron,
y como nunca cantando y bailando,
su ritmo a los presentes contagiaron.

Deja un comentario