Ismael el perrito fiel

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Ismael, era un perrito muy fiel,
dulce y cariñoso, un peludo amoroso.
Feliz con su familia vivía,
disfrutando de su buena suerte cada día…
Aquel lluvioso jueves amaneció,
e Ismael en su casita a la familia no vio.
Buscó y buscó, ladró y ladró,
pero nadie apareció…
Un hombre uniformado,
de su hogar lo ha sacado,
a un gran recinto lo ha llevado
y en una estancia con rejas, unos chicos lo han dejado.
Pero, ¿ por qué lo han encerrado?
¡Él no ha hecho nada malo!
De pronto, vio que de muchos perros rodeado estaba,
el miedo de él se apoderaba.
¿Dónde estaba, qué pasaba?
Lloraba y lloraba, pero nada cambiaba,
a nadie le preocupaba cómo se encontraba;
con suerte comía si se espabilaba,
porque un grandullón su comida le robaba…
Ismael se volvió receloso y temeroso,
con los demás perritos no jugaba,
a todos les ladraba, ya de nadie se fiaba…
Él allí no debería estar,
su familia no tardaría en llegar,
alguien un error habría cometido
y allí por equivocación lo habían metido…
Pero a por su querido amigo seguro que vendrían,
pues él sabía lo mucho que lo querían…
Así los meses pasaron,
pero a por Ismael no regresaron.
Sin embargo, un día su suerte cambió
y en una nueva casa de pronto se encontró;
estaba un poco desorientado,
no sabía muy bien qué había pasado.
Gente que no había visto nunca, en este hogar vivía,
y con cautela olisqueó lo que una camita parecía;
se asustó cuando un juguete con la pata pisó,
pero nadie le regañó, todo el mundo se rio y eso le gustó…
En la camita se metió
y una buena siesta se echó.
Si esto era un bonito sueño no quería despertar,
pues quizá sólo durmiendo lo podría disfrutar;
más emociones no aguantaba, rendido estaba…
Cuando los ojos Ismael abrió, gratamente se sorprendió.
¡Un tentador y abundante platito de comida lo esperaba!
Aunque tristemente pensó, que mejor sería si a él no se acercaba…
Puede que otro se lo quitara y sin comida lo dejara;
prefería no pelearse y sin comida quedarse,
total, ya se había acostumbrado,
por eso estaba más delgado…
Una niña el plato de comida y el cuenco de agua le enseñó
y él con mucho cuidado se le acercó,
la niña se lo aproximó e Ismael toda la comida se acabó.
Un arnés precioso los papás de la pequeña le pusieron
y un buen paseo juntos los tres dieron.
Aún no sabía muy bien lo que estaba pasando,
si sería verdad o estaría otra vez con un hogar soñando…
¡Pero, esta familia mucho le estaba gustando!
Pasaron los días e Ismael comprobó con alegría
que realmente una nueva familia tenía,
que lo cuidaba, alimentaba y mimaba,
como él ya nunca esperaba…
Milagrosamente su suerte había cambiado,
pues pasó de ser un can injustamente abandonado,
a convertirse en un perrito adoptado.
No podía estar más encantado…
Y volvió a recuperar su alegría,
porque su familia le decía cada día…

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