¿Quieres que te cuente un cuento recuento?
Vive en Italia una bonita gatita,
su nombre es Ludovica.
Tiene una buena amiguita:
la pequeña ratita Federica.
A muchas compañeras de Ludovica,
no les gustaba y les extrañaba
que ella fuera amiga de Federica,
porque los gatitos y los ratoncitos,
nunca pueden ser amiguitos:
los gatos corren detrás de los ratones,
por eso éstos huyen por los rincones,
eso todo el mundo lo sabe,
¡Qué duda cabe!.
Pero la gatita Ludovica,
tiene buen corazón,
y nunca encuentra la razón,
para perseguir a Federica:
ella solo quiere jugar,
aunque siempre tiene que vigilar,
que nadie la venga a molestar.
Lorenza, una gata que era de Roma,
y era «muy de la broma»,
preparó una trampa para la ratita:
untó con queso una tortita
y la llevó cerca del lugar
donde la ratita Federica venía a pasear;
la colocó encima de un agujero,
que era el peligroso avispero,
donde tenía su lujosa casa
la avispa llamada Tomasa.
La gatita Lorenza sin dudarlo creía
que la ratita Federica en la trampa caería:
cuando la tortita del agujero retirara
y al hacerlo a la avispa molestara
ésta tanto le picaría,
que mal herida la dejaría
y la ratita ya no podría venir a jugar,
solo querría dormir y descansar,
para poder sus heridas curar.
Tal y como la gata Lorenza pensó,
la ratita Federica por allí pasó,
pero cuando el queso vio,
a él no se acercó,
y es que lo que Lorenza no sabía,
es que Federica una alergia tenía,
y cuando queso comía,
muy malita se ponía,
por eso de allí se alejó
y la tortita ni tocó.
Lorenza salió del oscuro rincón
en el que se había escondido,
y al avispero se acercó
para poder dar explicación
a lo que había sucedido,
pues no entendía el extraño motivo
por el cual la ratita Federica,
el rico queso no se había comido.
Cuando la gata apartó la tortita del agujero,
dejó al descubierto el avispero,
y la avispa Tomasa de su casa salió
y fue a Lorenza a quien persiguió;
Federica que todavía cerca estaba,
vio lo que pasaba,
y sin pararse a dudar,
a la gata Lorenza quiso ayudar:
delante de la avispa Tomasa se paró
y su cola como un látigo agitó,
impidiendo de esta manera,
que picar a la gata pudiera.
La avispa Tomasa de allí se alejó,
a su avispero volvió,
y a la gata Lorenza en paz dejó.
Muy arrepentida y agradecida
por la buena lección aprendida,
la gata le pidió perdón a Federica,
quién a partir de ese gran día,
en el que reinó la armonía,
jugó feliz con Ludovica
y ratones y gatos se respetaron,
pues las dos amigas les demostraron
que aunque dos seres no sean iguales,
no tienen por qué ser rivales.

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