El peligroso sueño

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Manel, el águila real, nunca tenía prisa por acostarse,
a sus papás decía que sueño no tenía
y por las mañanas, no hallaba la hora de levantarse,
el día entero durmiendo se pasaría;
siempre se quejaba porque pensaba,
que todo al revés funcionaba:
el mundo de noche se paraba
y al despertar, el ritmo recuperaba;
sus programas favoritos mucho tiempo duraban
pues muchos anuncios daban,
parecía que a propósito lo hicieran,
y en su contra «los de la tele» fueran:
todos los espacios que le gustaban tarde acababan,
para que mucho sueño luego tuviera
y en el colegio, durante las clases no rindiera;
sus papás continuas broncas le echaban,
y la tele de su cuarto le apagaban,
pero él hacía que se dormía
y cuando solo se quedaba,
el televisor de nuevo encendía
y hasta muy tarde, no se amodorraba;
de esta manera, cada mañana, despertarse más le costaba.
Un día, después de las clases de natación,
mientras sus amigos estaban dándose un chapuzón,
él estaba tan cansado que de los demás se había apartado;
no tenía ganas de jugar, solamente quería descansar.
Relajado y tranquilo en el agua se quedó
y en la cama de un hospital se despertó:
podría haber muerto ahogado,
si su profe no se hubiera percatado,
de que dormido se había quedado
y al agua, para rescatarlo, no se hubiese lanzado.
Él fue quien los primeros auxilios le practicó
y de un ahogamiento seguro lo salvó.
De esta manera tan drástica pero eficaz,
se dio cuenta el incauto rapaz,
de que debía sus hábitos cambiar
y obligarse, aunque no quisiera, a descansar,
durmiendo las horas que falta a su cuerpo le hicieran,
para que su función correcta sus órganos cumplieran,
pues no ver la tele por las noches un sacrificio sería,
pero estar vivo, desde luego, que más la pena valía.

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