Este cuento fue leído por su autora, Palmira Cortés, para el programa de radio Radio Cultura 12 de México

La pequeña Amina escuchaba a Zuri, su mamá, muy atenta. Le explicaba, que dentro de poco, cuando se iniciase la época de las lluvias en su poblado, ya podría participar en la danza del árbol, un baile que dedicaban al árbol llamado baobab, para agradecerle la ayuda que les ofrecía en épocas en las cuales hace mal tiempo, pues el baobab, es un árbol muy especial, que almacena en su tronco agua, da ricos frutos llenos de vitaminas, proporciona un saludable aire puro con el que poder respirar mejor, además de una agradable sombra donde refugiarse en las épocas de más calor. Mamá quería que Amina entendiera la importancia de esta danza y la comparó con las fiestas de cumpleaños o la celebración de la Navidad que hacían los amigos europeos que ella y Temba, su hermano mayor, habían hecho durante un viaje de aquellos al continente africano. Amina, estaba muy ilusionada en poder participar en la danza pero un día antes de esta celebración, la pobre se resbaló con el barro que había alrededor de su choza, con tal mala suerte, que se rompió el tobillo.
-¡¡Ahora no podré danzar!!!- lloriqueó la pequeña.
Sin embargo, su hermano Temba tuvo una gran idea para que Amina pudiera bailar ese día…
Al ritmo de los tambores, todos los niños danzaron junto al baobab, moviendo sus brazos y girando a su alrededor, para parecerse a sus ramas que, movidas por el viento, hacen caer sus buenas semillas. Pero también rodearon a Amina, a la que entre todos habían construido una sillita hecha de cañas y barro, para que pudiera formar parte de la danza y de la celebración, y quien movía sus brazos con más fuerza que ninguno de sus amigos, para mostrar su enorme respeto y su agradecimiento a la madre naturaleza por su gran bondad, al regalarnos los alimentos y el bienestar que nos dan la vida.