La consonante Y y la vocal a
La joven Yaimara tenía aquél día invitados; le apetecía cocinar alguna nueva receta y además, preparar un rico pastel. Necesitaba 2 yogures, 4 yemas de huevo y 2 claras de huevo, harina de maíz, levadura, la ralladura de una lima, el zumo de una naranja y una cucharadita de almidón pero como no tenía la mitad de los ingredientes necesarios para preparar su rica torta, bajó a la tienda a comprar. En el camino encontró a su amiga Mayra, quien le hablaba sin pestañear de los sabrosos pasteles de limón que hacían en México, su país, llamados pay de limón y que eran tan ricos que estaba segura de que Yaimara, sorprendería a todos sus invitados e invitadas; le habló también del yogur helado, del pay de queso…A esa hora siempre bajaba a la calle su vecina Amaya, la que como nunca tenía prisa, se unió a ellas y comenzaron otra charla. Amaya también amaba cocinar y le encantaba hablar de las recetas que cocinaba y que le enseñaron su mamá y su abuelita; después de tomar nota de las recetas de cocina de las que hablaban Yaimara y Mayra, tranquilamente y sin dejarse un detalle, les explicó cómo preparaba ella unas deliciosas yemas de Santa Teresa. Yaimara estaba encantada, «la mar de contenta«: ¡Cuántos platos deliciosos podría preparar! Sin embargo, con tantas recetas ricas que ahora sabía, no supo qué escoger para agradar más a sus invitados e invitadas, y pensó que la mejor opción sería, todos los ingredientes comprar, aunque, una gran sorpresa se llevó, pues, como había perdido tantas horas hablando y hablando sin parar, cuando se puso a caminar, ya habían cerrado todas las tiendas de la vecindad, y no tuvo más remedio que ponerse a cocinar una receta improvisada que nunca fallaba, que a todos gustaba y que solamente precisaba de los dos ingredientes que en casa siempre tenía: los huevos frescos que su amada gallina María cada día ponía y algunas patatas rancias que grilladas ya estaban, y naturalmente y de forma inevitable, de preparar su preciada receta de pastel, se tuvo que olvidar.
