Aquél soleado día del mes de agosto, en el bosque de las letras, se habían reunido las letras g y k para preparar unas galletas de jengibre y avena. Era el cumpleaños de la letra a y todas le querían preparar una fiesta sorpresa. El resto de letras había ido a la tienda de kilo, un gusano que comía muy sano, para alquilar un aparato de karaoke con el que amenizar la fiesta. La letra k propuso a la g, ponerles a las galletas trocitos de kiwi para que tuvieran gusto de frutas, cosa que pareció gustar al grillo kirillo, quien se puso a cantar frotando sus alas. El grillo Kirillo siempre llevaba una gorra de color gris porque tenía alergia al sol. La mamá koala los miraba mientras subía al gran árbol con su bebé a cuestas, y les sugirió la idea de poner unos globos en los árboles. La guapa gata Karen, que además era muy graciosa, estaba practicando al lado de las letras sus clases de karate, vestida con su kimono, y se ofreció para ayudarles a montar una especie de kiosko para hacer hamburguesas con ketchup para todas y refrescos hechos de jugo de granadas y gotas de grosellas. Los animales que pasaban por allí, se sumaron a ayudar a las letras a preparar la fiesta sorpresa para la encantadora a, quien sin sospechar nada, había accedido a ir con las demás al bosque a jugar. Cuando apareció, le gritaron un gran ¡»sorpresa«! e inmediatamente, sonó la música del karaoke y el grillo Kirillo se puso a cantar su gr- gr- gr– sin parar. El koala bebé, dejó apoyada en el tronco del árbol su jirafa de juguete y le dio un globo con forma de a, a la cumpleañera, quien agradecida lo cogió. Entre todas habían organizado una gran fiesta, donde lo pasaron genial.
