Buscando pistas, parte 2 (cuento para aprender las consonantes x / z y la vocal u)

Max, el perrito de Juan, se acercó a éste moviendo alegremente su colita. Juan se agachó y cogió de la boca de Max una cajita del tamaño de una pequeña caja de cerillas. En la tapa de la cajita había una letra grabada, una D, por lo que pensaron que pertenecería a alguien cuyo nombre empezaba con esta letra. Julia le dijo que parecía que podía abrirse y así lo hicieron. Dentro de la cajita había cuatro dados dorados. ¿A quién pertenecería? Antes de que pudieran averiguarlo, se les acercaron corriendo Pepita y Pablo que estaban paseando con Zaira, su perrita, que era muy amiga de Max, y con su papá, el señor Pelayo, quien les había comprado un xilófono para recompensar sus buenas notas, porque aunque habían estado malitos, sufriendo picazón a causa de enfermar de varicela y habían perdido muchas clases, aprobaron todo el curso. Durante su enfermedad, sus papás les habían hecho cazos y cazos de caldo calentito y zumos de zanahoria y zarzamoras, mezclados con frutos frescos del bosque para que se recuperasen enseguida. Los niños se pusieron muy contentos al verse. Juan y Julia les enseñaron a Pepita y a Pablo su descubrimiento de la extraña «caja de cerillas» y los llevaron a la zona del jardín del Bosque de las Letras, donde habían visto los restos de lo que parecía una fiesta. Pepita y Pablo estuvieron de acuerdo en que todo eso era muy extraño y les comentaron que un día de primavera, Zaira ladró para advertirles de que había visto algo cerca del río. Al llegar, vieron unos trozos de pan y unos pedazos de queso, pero no habían visto a nadie por allí que estuviera merendando; las que sí lo estaban haciendo, eran las hormigas de la Patrulla Z quienes a través de sus curiosas antenas se habían podido comunicar de manera extraordinaria con sus amigas, las hormigas de la fila X para que las ayudasen a recoger tanta cantidad desperdiciada de ese excelente manjar de pan y queso.

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