Aquél día, no solo estaba resultando aburrido para la letra r, sino también para Roberto, el ratoncito primo de Pérez y para Susana, la rana sevillana amiga de la rana Ana que estaba jugando con una rueda. Cuando llegó la letra s, que había quedado con la letra r para que esta le contara un gran secreto, Roberto y Susana disimularon cuanto pudieron para que las letras no se dieran cuenta de que las estaban escuchando. R le contó a su amiga S que echaba mucho de menos a su gemela rr doble, y que desde que los miembros de la Academia de las Letras la habían expulsado definitivamente del abecedario, se veían muy poco. El último día que la vio, su hermana le dijo que existía un lugar secreto donde podrían reunirse los dígrafos como ella, un refugio que estaba en el castillo del rey Letrellín. Se había enterado de que la letra ll y la letra ch, que hasta ese momento habían sido consideradas como letras independientes, y con vida propia, ahora pasarían a ser un dígrafo como ella, pues al necesitar de la ayuda de otra letra para tener un sonido, ya no podían ser tratadas como letras del abecedario. Al principio, rr doble lo había pasado mal tras su destierro y la separación de su familia de letras, pues aunque a ella desde siempre la habían considerado un dígrafo, rr doble siempre procuraba estar junto a las demás letras. No supo dónde ir, fue recorriendo los alrededores del Bosque de las Letras: estuvo en el Bosque Verde, en el Bosque Chispa, donde hizo amistad con el pajarito Anteojitos y hasta visitó a un amigo de éste que se llamaba Pepito y que vivía cerca de las montañas del Pirineo, en el Valle Churumbel, sin embargo, añoraba el Bosque de las Letras y volvió un día. Casualmente se encontró una mañana con el rey de las letras, el rey Letrellín, quien muy amablemente le ofreció vivir en su castillo, pues al fin y al cabo, como su rey, era responsable de ella. El rey Letrellín no gozaba de mucha simpatía entre los miembros de la Academia, quienes creían que solo ellos podían decidir el futuro de las letras dentro del abecedario, y por eso, el rey Letrellín, no se metía en estos asuntos para que lo dejasen vivir tranquilo en su castillo del Bosque de las Letras. La letra s escuchaba muy atenta a su amiga r, quien acabó su relato secretil, con otro casual «bombazo»: la letra ll, la había ido a visitar para preguntarle si ella sabía dónde estaba su hermana rr doble para que así, pudiera compartir sus penas con ella, ya que la ch parecía no haberse tomado tan a mal su expulsión del abecedario. R le explicó su conversación con su hermana y le reveló el secreto de que existía un refugio; sin embargo, la letra ll no podía decírselo a nadie, pues corrían el riesgo de que los miembros de la Academia se enterasen y echaran también del bosque al rey Letrellín. La letra r solamente le pidió una cosa a la ll: que le llevase una carta a su hermana en la que le decía cuánto la quería y cómo la echaba de menos.
