Cosas curiosas, chismes y un misterio misterioso

Pero si al llegar el verano, todas las letras del abecedario competían en concursos y juegos que organizaban los miembros de la Academia de Las Letras, cuando empezaba el otoño, las letras ya se preparaban como verdaderas atletas para participar en los divertidos juegos de invierno que inventaban juntas vocales y consonantes, siempre teniendo en cuenta que las vocales son más pequeñitas que las consonantes y no pueden realizar algunas actividades por su tamaño. En septiembre, los papás conejitos tuvieron a sus bebés, a los que fue a visitar la vaca Paca cuando regresó de sus vacaciones. Según chismorrean las letras chismosas, la vaca Paca, siempre está de vacaciones, y pasa más tiempo fuera, que en el Bosque Verde.
Yaimara, la mamá del pequeño Hugo, salió aquella mañana de octubre de compras; tenían invitados en casa y quería sorprenderlos con algo muy rico pero por el camino, se encontró a algunas de sus vecinas que se empeñaron en explicarle un montón de recetas. Yaimara, se puso muy contenta porque podría hacer muchas cosas nuevas pero se entretuvo tanto hablando, que cuando fue a comprar, las tiendas ya estaban cerradas. Volviendo a casa un poco triste, se encontró con el elefante refunfuñante, quien venía refunfuñando porque había comprado una ñoras que no le gustaban a una tendera desaliñada. Yaimara se tuvo que conformar cocinando unas patatas y unos huevos fritos que le regalaba cada mañana su gallina María. Tal vez, su marido Gabi y su hijito Hugo, habían tenido suerte en el bosque y habían encontrado los higos que les había encargado, así podrían obsequiar a sus invitados con un rico postre. 
Llegó el mes de noviembre, había nevado un poco. Cuando las letras se reunieron después de sus entrenamientos para los juegos de invierno, la letra c y la letra s, venían corriendo en compañía de la o y la pequeña a, para explicarles a las demás una cosa que les había parecido graciosa: la topo Toñi había confundido a la letra t con su anticuado patinete y también chismorrearían sobre un chisme de una consonante que parecía ser una espía. Todas esperaban a la letra ll para comenzar a contar sus curiosas cosas, pero, cuando esta no apareció, las dudas sobre su posible doble juego, se estaban confirmando. La vocal a , a quien le dolía el ojal porque no dejaba de comer chuches desde que las descubrió en su cumpleaños, casi no pudo articular palabra, y estaba enfadada por eso. 

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