El rey Letrellín está muy contento de recibir a la letra ll en su castillo, y antes de hacerla pasar, pone una llave de color plateado suave en el suelo para que sepa, que si quiere, esa será su casa a partir de ahora, y que puede entrar cuando quiera. La letra ll no entendía cómo el rey ya sabía a lo que venía, pero cuando vio asomarse por la puerta a la letra ch (ahora un dígrafo como ella) sonriendo, supo que había sido ella quien le había dicho al monarca el motivo de su visita.
La tía de ll, es decir, la letra ele, y su amiga m, la vieron casualmente en la puerta del castillo hablando con el rey. Ambas habían estado merendando en el bosque pero al ponerse a llover, decidieron volver a casa; sin embargo, movidas por la curiosidad, cuando vieron que ll se metía dentro del castillo, no pudieron evitar acercarse para escuchar detrás de la puerta; oyeron los pasos de alguien que venía corriendo. Pudieron ver sin que las viera a la letra Y, a quien ele había contratado para averiguar el misterio que ll se traía entre manos; venía empapada y resoplando. Las dos amigas salieron corriendo para que no las viera. A la letra m se le cayó el cepillo que había traído para peinar a su rebelde hija, la n, quien quería llevar su flequillo rizado, como su prima la ñ, pero m no pudo volver a recogerlo.
