Un día, cuatro palabras: metáfora, homónimo, sinónimo y antónimo, vinieron al bosque de las Letras para hablar con el rey Letrellín. Como todos sabéis, cuando algunas letras se juntan, forman palabras, y por tanto, el rey Letrellín también es su rey. Estas palabras estaban muy tristes porque sabían que algunos niños las llamaban complicadas y ellas, se lo habían creído tanto, que ya apenas recordaban su significado, ni sabían qué hacer para que los pequeños supieran cómo utilizarlas correctamente. El rey Letrellín las llevó al bosque donde vivían los significados y les pidió que les pusieran algunos ejemplos muy fáciles con los que pudieran recordar qué querían expresar cada una de ellas, y de esta manera, podrían hacer que los niños las reconocieran fácilmente y supieran en qué momento utilizarlas.
– “Verás,- le explicó su significado a metáfora-, tú eres la única capaz de hacer frases llenas de fantasía, cuando los humanos dicen: “las nubes de algodón”, te están utilizando, porque es una manera de expresar que las nubes son blancas y esponjosas, como lo es el algodón. Las comparan con el algodón; o cuando alguien comenta: “su cabello era oro”, el que lo escucha, ya sabe que está refiriendose a una persona que tiene el pelo de color dorado, como el color del oro”. Metáfora, se puso muy contenta porque volvió a entender su significado.
El rey Letrellín, explicó a Homónimo que él era como un camaleón, pues tenía la capacidad de ser una misma palabra que se podía transformar en varios significados distintos.
– “Por ejemplo, – le dijo- si los humanos hablan de un banco, puede ser que se refieran al banco que sirve para que la gente se siente, pero también puede que estén hablando del edificio donde ingresan o sacan su dinero; ocurre lo mismo, con otras muchas palabras: cuando nombran a un ratón, podrían referirse a un pequeño roedor, o tal vez, al aparato que se utiliza para manejar un ordenador”. Homónimo, lo entendió perfectamente y al recuperar su confianza, supo que sería capaz de hacerse comprender por los niños.
Lo mismo le pasó a Antónimo, cuando su significado le explicó que él servía para que los humanos aprendieran a entender cosas que quieren decir algo diferente, es decir, lo contrario.
– “Si alguien busca el contrario de alto, entonces apareces tú, Antónimo, y lo ayudas ofreciéndole la palabra bajo; si lo que quieren saber es el contrario de grande, le darás la palabra pequeño; si nombran a una persona fea, tú buscas aquello que es diferente, es decir guapa”.
Cuando le tocó el turno a Sinónimo, éste recordó al instante que su misión era muy parecida a la de su primo Homónimo, pero a diferencia de éste, todas las palabras que pueden utilizar los humanos para referirse a algo, quieren decir lo mismo, vamos, que tienen el mismo significado, por ejemplo, si hablan de que un animalito es muy bonito, también pueden utilizar para describirlo otras palabras como: hermoso, lindo, bello, precioso… porque todas ellas significan que están nombrando a un animalito que es muy bonito.
Metáfora, Homónimo, Sinónimo y Antónimo, se pusieron muy, muy contentas porque habían recordado, gracias a sus significados, lo que querían expresar cada una de ellas y así se lo podrían hacer ver a los niños, para que a la hora de leer o escribir, entendiendo su significado, dejasen de llamarlas complicadas.
