Caracolillo siempre estaba dibujando, le encantaba hacerlo. El día de su cumpleaños, el de Reyes, o San Caracol, todos sabían qué regalarle: cuadernos y lápices de colores, para que Lillo pudiera desatar su imaginación. Aquél día le habían hecho un regalo muy especial que habían comprado a una viejecita ambulante un poco rara: un súper lápiz enorme, que no era súper por ser enorme, sino porque realmente, según les dijo, tenía súper poderes mágicos. Pensaron que se refería a la fluorescencia de los dibujos que habían hecho en el caparazón de Lillo para celebrar su cumple, pero no era así…
Continuará…
