Luna se enamoró de Sol esa noche. Lo vio de espaldas, volando ¿llegaba tarde? Le habían hablado de él, de la luz que emanaba, del calorcito que proporcionaba en invierno y de lo pesado que podía ser en verano, pero nunca coincidían. Quedó prendada por sus cabellos dorados, ondulando en perfecta desarmonía bajo la brisa de esa noche. ¡Ya no lo olvidaría!. Le tomó el relevo, y soñó despierta: toda la noche lo imaginó, a su lado, como si fuera un fantasma de rubios cabellos que la miraba de manera tan dulce y romántica como ella lo miraba a él.
