Mosqui y Pedro

A muchas personas no les gustan las moscas, pero no por nada en especial, solo porque a veces, se ponen muy pesadas emitiendo el zumbido que hacen cuando se ponen cerca de un humano, sin dejarlo tranquilo, sobre todo, no sé si lo sabéis, dicen que hacen esto cuando va a llover. Aunque, no todo el mundo les tiene manía, por ejemplo, a Pedro le gustaban todos los animales, y en especial los insectos, con los que era capaz de jugar. Pero las grandes amigas de Pedro, eran sin duda las moscas, a las que quería mucho, tanto, que había logrado amaestrar a una de ellas a la que llamaba Mosqui, por ser tan pequeña como un grano de arroz. Mosqui era muy feliz cuando estaba con Pedro.
Un día, el niño salió al campo con su amiga al hombro; para Mosqui, ese el mejor sitio para pasear. De vez en cuando, se acercaba a la mosquita alguna de sus compañeras y hablaban de sus cosas, Pedro, como es natural, ni se daba cuenta de que alguien se hubiese puesto en su hombro: ¡ como pesan tan poco!
Así iba Pedro caminando tan tranquilo cuando de pronto, de entre unos matorrales, salió un toro bravo, al que acababa de picar una abeja por husmear cerca de su territorio, y sin más, el pobre, dolido y enfurecido, arremetió contra lo primero que vio, que en este caso, fue nuestro amigo Pedro, el cual se dijo: «¡pies para que os quiero!» y salió corriendo para subirse al árbol más cercano que encontró. El toro salió detrás de él y al llegar al árbol donde estaba subido Pedro, (que dicho sea de paso, no era demasiado grande) la emprendió a cornadas con él, con lo cual éste se tambaleaba de modo que amenazaba con venirse abajo en cualquier momento. Pedro temblaba de miedo cuando a Mosqui, que continuaba subida en su hombro, se le ocurrió una maravillosa idea, que consistía en ir volando rápidamente hacia donde estaban sus amigas las abejas, y contarles lo que estaba pasando. Todas le prometieron que ayudarían a Pedro, mientras, el árbol donde éste se encontraba ya se estaba prácticamente cayendo. En el momento en que el descontrolado toro, se proponía a dar una cornada al árbol, que sin duda sería la definitiva para derribarlo, llegó Mosqui con sus amigas las abejas a su espalda. Cuando el toro las vio venir, temiendo que volvieran a picarle, salió corriendo a toda prisa para escapar de sus terribles perseguidoras. Pedro, que aún no daba crédito a sus ojos, bajó del árbol, y Mosqui volvió a ponerse en su hombro. Su amiguito la miró sonriendo, agradeciéndole lo que había hecho por él. Y he aquí, cómo un ser despreciado por algunos humanos, acababa de salvar la vida de un niño.

José Mª Cortés

Deja un comentario