¿Quieres que te cuente un cuento recuento?
Tino, el apuesto langostino,
se creía Rodolfo Valentino:
Todas sus amigas gambitas,
por él se volvían loquitas
y como él esto sabía,
el interesante se hacía.
Él era tan guapo, tan educado,
siempre correcto y sofisticado,
que muy bien debía escoger
a la afortunada a la que favorecer.
Había tonteado con algunas novietas,
en medida de lo posible relaciones discretas…
con más de una gambita al día se veía
para ver cuál de ellas más le atraía.
Bita mucho le agradaba
pero a veces lo incomodaba:
con la boca abierta comía
muy mala educación tenía;
A Gam «un feo» no le haría
pero un gran defecto tenía:
Muy alto hablaba
¡sordo lo dejaba!
Amba, la peor de todas ellas era:
lo trataba mal delante de cualquiera.
Así, Tino, amores iba descartando
y muy sólo se estaba quedando
pues era un exigente, un prepotente,
con los pequeños defectos, intransigente.
Prefería con ellas no hablar,
para la convivencia mejorar
y sólo la primera cita aguantaba
luego a todas las dejaba…
Al cabo de los años una gamba al río llegó
Tino el conquistador, en ella se fijó…
No tenía nada de especial
pero a Tino ya le daba igual
muchos años en soledad había pasado,
ahora sólo buscaba estar acompañado.
Y resultó que el pobre Tino
no escogió con mucho «tino»
pues Bea, además de odiosa y mentirosa,
con la boca abierta comía,
ninguna educación tenía,
hablaba gritando:
¡no estoy exagerando!
Y a Tino muy mal trataba,
siempre ella la razón llevaba.
El «listo» langostino que a las gambas había juzgado
y en todas ellas un ridículo defecto había encontrado,
ahora aguantar debía, a la peor gamba que había.
Pero como sólo ya no quería estar
a Bea de por vida prefirió aguantar.
