A mi manera

¿Quieres que te cuente un cuento recuento?

Joan no era un ave fénix vulgar,
sino el más especial del lugar.
Sus ojos negros y profundos
parecían no ser de éste mundo
pues miraban con amor y dulzura,
como si amasen con locura;
desde pequeñito en el parque patinaba
y siempre alguna melodía tarareaba;
los otros machitos cuando veían
que a él no le interesaba
y tampoco le preocupaba
imitar lo que ellos hacían,
de él, tal vez sin saber ni el por qué,
se burlaban y reían
pero Joan, a quien al principio esto le afectaba,
se dio cuenta de que en realidad,
lo que le daba la felicidad,
era comportarse y vivir a su manera,
dijera lo que dijese cualquiera,
pues al fin y al cabo, su vida era.
Así es que nuestro Joan siguió patinando,
y un poco a escondidas cantando,
los comentarios que hicieran ignorando.

Su familia nunca lo había oído en serio cantar
y casualmente un día lo pudieron escuchar:
el ave un talento innato tenía,
ya que su voz, de su garganta no salía,
sino que de su corazón y su alma venía
y por eso, sin problemas podía expresar,
todo lo que por dentro sentía
y curiosamente, ninguna rabia en su canto había,
solo la ternura y dulzura de una criatura pura.
Sus padres Silvia y José Luis se emocionaron,
a dedicarse a la música lo animaron
y a clases de canto lo apuntaron,
para que pudiera pulir y perfeccionar,
el gran arte que tenía por mostrar.

Joan ya no se escondía, cantaba cuanto quería;
delante de Juani, su jovial y genial tía,
de Ariadna, su pequeña y adorada hermana;
cuando su familia en las fiestas se reunía,
invitados por su querida abuela Juana
cualquier perfecto fin de semana
o por el entrañable abuelo Serafín
que también se apuntaba al festín.

Hasta que de pleno a cantar se pudiera dedicar,
el ave en un salón de belleza trabajaba,
de a hacer la manicura se encargaba,
esto le entusiasmaba, emocionalmente lo llenaba,
era algo a lo que con pasión su tiempo empleaba;
pero como todo en Joan arte era,
no arreglaba las uñas de cualquier manera:
aquél que al centro de estética venía,
con manos «nuevas» de allí salía,
pues únicas creaciones les hacía,
realmente espectaculares
y tremendamente originales.

Un buen y maravilloso día,
Joan un concurso de canto en la tele vio;
nuevos talentos buscaban
para la edición que preparaban,
respaldado por su familia se apuntó
y cuál sería su sorpresa,
cuando un ilustre jurado desde su solemne mesa,
junto a otros participantes lo escogió
y en la televisión actuó,
donde su gran talento y su innato don demostró,
aunque el noble ave a todos decía,
que tanto si ganaba como si perdía,
ganador en su interior sería y se sentiría,
pues para él, simplemente ya era importante,
el hecho de realizarse como cantante.

Cada vez que al escenario salía,
al público «en el bolsillo» se metía
porque no solo como los ángeles cantaba,
sino que una tremenda puesta en escena hacía:
con desenvoltura se movía y con gracia bailaba:
sabía bien lo que hacía,
casi sin pretenderlo ¡ ya le salía!
la canción vivía e interpretaba;
a los presentes hacía en su actuación participar
y ellos, hipnotizados, se dejaban llevar:
con palmas emocionados lo acompañaban,
¡de su efusiva energía se contagiaban!
Joan había nacido para cantar
y eso era algo que nadie podía dudar.

Cuando este momento acababa,
siempre a sus abuelos recordaba,
a su amigo Tro tampoco olvidaba:
al cielo agradecido miraba
y su poderosa interpretación,
digna de admiración,
lanzando un beso les dedicaba.

Pero, a pesar de que este concurso no ganó,
Joan ni mucho menos se achicó
y haciendo gala del ave fénix que era,
sin sorprender a todo aquél que lo conociera,
siguió dedicando tanto tiempo a su profesión,
como a su mágica y apasionada vocación
y de esta manera, su personal manera,
un día que no tardará en llegar
por fin el mundo entero lo verá triunfar
y de su increíble don, podremos todos disfrutar.

 

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