Tere, la rápida e intrépida jugadora de fútbol (Cuento especial para Brasil)

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BRASIL

Una jugadora de élite, tras retirarse del deporte, ayuda a los más
desfavorecidos.

Tere, la rápida e intrépida liebre,
era la jugadora genial,
del equipo «El manantial» de su Brasil natal.
Jugaba a fútbol por afición,
pues era su mayor pasión
y nunca estaba en tensión
porque con sus amigos brindaba,
aunque perdiera o ganara;
no se consideraban rivales,
sino compañeros iguales.
Nadie quería destacar,
solo al fútbol jugar:
amaban correr y divertirse,
de la rutina evadirse …
Casi podría decirse,
que Tere aún estaba en el cascarón,
cuando vinieron a ficharla los de la federación.
Todo se complicó,
cuando esto sucedió:
si Tere al césped caía,
nadie la recogía,
ni siquiera la ayudaban:
¡muchos hasta la pisaban!
A veces se enfadaba y gritaba:
¡la habían empujado!
pero todos decían que «se había tirado»,
que se lo había inventado.
Tere a gusto no se sentía,
lloraba de noche y de día.
Ese fútbol ya no era su pasión,
ni siquiera su diversión.
Quería volver a casa y abandonar,
aunque de opinión la hicieron cambiar:
«tienes un contrato,
no se puede romper un trato,
hay mucho dinero en juego,
tú no eres lo primero
y procura espabilarte,
no vayan a lesionarte,
pues dinero sin ti perdemos
y eso es lo último que queremos»,
-le dijo la presidenta cabra
tomando ávida la palabra.
Tere deprimida estaba:
si esto no se solucionaba
¡ella de allí se marchaba!
Pero bien pensado, si abandonaba,
los de la federación la denunciaban,
su familia no cobraría
y a sus amigos decepcionaría.
Así es que por la cuenta que le tuvo,
aguantó en el equipo como pudo,
obligada con ellos se quedó
y un buen espectáculo ofreció.
Aprendió a no jugar por divertirse,
sino para en estrella convertirse.
Tuvo tanta fama y ganó tanto dinero,
que podía dominar al mundo entero.
Dos enormes casas alquiló
y un descapotable se compró
para poder presumir de su lujoso vivir.
Pero la fama pocos años duró,
pues cuando la liebre maduró
al club ya no le interesó,
su contrato invalidó,
de ella se desentendió
y todo el mundo la olvidó.
Decían que rápida ya no era,
que la adelantaba cualquiera…
Amargada y sola la ex famosa liebre de repente estaba,
si era feliz o desdichada, a nadie ya preocupaba;
profundamente triste recordaba cada día,
cuando todos la querían por los goles que metía.
Pero su alegría afortunadamente recuperó,
cuando un conejito se le acercó:
el peque de ella se acordó,
un autógrafo le pidió
y Tere contenta se lo dedicó;
sin embargo, con su nombre de famosa no firmó,
sino con el que Suso la bautizó:
su buen amigo, el portero de «El manantial»,
su grandioso, querido y sencillo club natal.
Ella era Tere, la leal compañera,
no una déspota y rica usurera…
Orgullosa de haberse criado en las favelas siempre estaría,
por eso, ahora que permitírselo podía,
sus ahorros en ayudar a sus amigos emplearía.
Decidida a otra vida llevar
y su existencia mejorar,
a su barrio cierto día volvió
y todo el pueblo feliz la acogió.
Sus dos mansiones dejó,
su descapotable vendió
y un refugio enorme construyó
donde miles de animales necesitados
y pobres ancianitos desamparados,
pudieron una digna vida llevar,
sin nada que a cambio pagar.
Tere, de su madurez feliz pudo disfrutar,
ahora, a cosas que tenía olvidadas, se podía dedicar
y con inmensa alegría fue capaz de comprobar
que aún era capaz de una Capoeira o una Samba bailar,
y que ganas y energía, para volver a vivir le sobraban;
con sus amigos a hacer excursiones se apuntaba,
a veces, hasta la región de Pirenópolis viajaban,
y en el Festival de las «Cavalhadas» como una lebrato disfrutaba;
pero lo que más le gustaba, era cuando se disfrazaba
y el Carnaval en Río con sus amigos de siempre celebraba.
Ahora sí que la buena liebre era dichosa
y no una diva estirada y caprichosa,
su vida tenía sentido y valor,
su corazón solo rebosaba amor;
ya nadie se aprovecharía de su talento
por ser un valioso portento.
Los fines de semana a algunos pequeños entrenaba,
a los que a jugar enseñaba,
pero a los que también su experiencia explicaba,
para que demasiado orgullosos no fueran
y «los pies en la tierra tuvieran».
Por fortuna, a tiempo rescató Tere su vida,
pues astutamente evitó, caer en picado a la deriva.

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