¿Quieres que te cuente un cuento recuento?
Aquel día, el periodista Santiago,
había estado muy ocupado;
por fin su jornada acababa
y a casa con su coche regresaba;
de repente un perrito se le cruzó,
al que afortunadamente no atropelló;
el cachorro estaba sucio, sediento y agotado,
Santi se bajó del vehículo y lo recogió,
exhausto, en dormirse en su regazo, poco tardó.
Al vete el periodista al día siguiente lo llevó
y éste, lo que ya sospechaba le confirmó:
no tenía chip que lo identificara,
mejor sería que él se lo quedara.
Aún un poco confuso,
un nombre enseguida le puso:
Nico el pequeño y lindo cachorrillo se llamaría,
como el prota del juego con el que se entretenía:
el inmigrante ilegal también era un indocumentado
y Santi pensó que sería el nombre más apropiado.
El perrete día a día se hacía de querer,
aunque mucha paciencia con él debieron tener;
sólo en casa no se podía quedar,
así es que alguien con él tenía que estar:
estaba ansioso, asustado y traumatizado,
el hogar hubiera destrozado
y su situación psicológica empeorado.
Pero poco a poco sus miedos se fueron disipando:
¡la paciencia y el amor sus frutos estaban dando!
El momento en que Santi a casa llegaba,
con desmesurada alegría esperaba
y había cambiado por fin su triste mirada,
ahora siempre tenía una sonrisa dibujada;
hacia él corriendo se abalanzaba
y con lametones, empujones,
jadeos y sonrisas, el día a Santiago alegraba,
incluso que hubiera revuelto en la basura le perdonaba
y que en la cama se hubiera subido,
lo cual tenía prohibido;
inocentemente sus juguetes encima de ésta dejaba
y así Santiago de la desobediencia se enteraba,
pero no le regañaba, “la vista gorda hacía”
vocecilla infantil fingía
y con él contento jugaba;
en su mejor amigo se había convertido:
uno más fiel, puro y sencillo, nunca hubo tenido.
El condenado Nico el corazón le había robado,
le gustaba observar cómo se quedaba embobado,
mirando horas y horas a Poppy ensimismado,
la lora que hacía unos años le habían regalado,
cuando ésta un baile por la casa se iba marcando,
mientras al grupo Lamela estaba escuchando.
Con la lorita una buena relación Nico tenía,
aunque ésta, unos límites a veces le ponía:
si en ese momento ella jugar no quería,
sus alas abría, al perrete gruñía
y éste ya sabía que se debía retirar
y otro rato para molestarla buscar;
de ese modo lo intimidaba
y sólo hasta que Poppy permiso no le daba,
a ella, inteligentemente, no se acercaba…
También otras veces mirándola se entretenía,
¡cuando jugando con Santi trampas hacía!
y riendo satisfecha por la gracia hecha,
para el instante del triunfo disfrutar,
le apetecía merendar:
a su jaula entre risitas se dirigía
y a comer ansiosamente pipas se ponía;
poco le importaba si el periodista le regañaba
porque al suelo sin cuidado las tiraba,
ya que “tener más cara que espalda” la caracterizaba,
y a pesar de que un rotundo “no” Santi le gritaba,
ella ni se inmutaba y cogiendo un puñadito despacito,
entornando enfadada y muy disgustada sus ojitos,
sus pupilas dilataba, su mirada en él concentraba
y desobediente y desafiante, a propósito las soltaba;
de esta manera a regañarle nuevamente lo retaba,
aunque el bueno de Santi la disculpaba,
pues nada sacaba si otra vez le gritaba,
ya que era algo que a ella hacer le encantaba
y con gusto y sorna lo hubiera imitado,
cosa que los nervios a todos habría crispado.
Para Nico los días extraños y divertidos se sucedían
Santi y su familia con él mucho se divertían
y cada amanecer una nueva aventura vivían…
Así fue como un perrito abandonado
fue felizmente rescatado;
Santi no sólo del atropello lo salvó
sino que una vida maravillosa le regaló.
Nico en un perrete tranquilo se había convertido
una gran suerte el pequeño había tenido
y el desalmado que a su suerte lo dejó,
nunca sabrá la joya de amigo que perdió.
Me encantaaaaaaa ! Felicidades â¥ï¸â¥ï¸â¥ï¸â¥ï¸â¥ï¸â¥ï¸â¥ï¸
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