¿Quieres que te cuente un cuento recuento?
Si alguno de vosotros no cree que los unicornios existan en realidad,
os diré que estáis muy equivocados porque eso no es verdad;
y para que lo comprobéis y por si no la conocéis,
os explicaré la historia de Martina,la unicornio más divina …
Martina, cortaba las puntas cada año, de su largo cabello castaño,
pues decía que si muy largo lo tenía, le molestaba cuando cabalgaba;
sus lindos ojitos del dulce color de la miel,
destacaban traviesos en su blanquita piel;
como ya se le había caído algún que otro diente,
por si el Ratoncito Pérez quería hacerse con él un pendiente,
bajo su almohada, con mucho cuidado los colocaba …
mientras a la puerta que le había construido, disimulando miraba …
Vivía en un bosque muy hermoso, siempre frondoso,
pues sus miles de árboles frutales, eran un poquito especiales …
Pero no penséis que sólo los unicornios allí habitaban
porque muchos otros animales, el bosque poblaban.
Todos los que allí vivían, sus frutos comían,
ya que según la leyenda decía,poderes mágicos tenían,
entre otros, permitirles encontrar, a los seres buenos del lugar.
A veces, unos extraños con dos patas en el bosque se adentraban,
pero algunos de ellos nada bueno buscaban
pues con armas de fuego venían para ver si cazarlos conseguían …
sin embargo otros los acariciaban y de comer les daban;
gracias a las frutas, los animales sabían de quienes fiarse podían
porque su bueno e inocente corazón creía que todo ser, en paz venía …
Martina en el bosque muy feliz era, le encantaba ayudar a cualquiera.
Sufría cuando alguien daño se hacía y enseguida lo socorría;
su amiga Vera, alérgica a las frutas era,
y como no las podía comer,
no podía como los demás saber
si a alguien debía temer;
sola Martina nunca la dejaba por si algo malo le pasaba …
Un día, libros interesantes comenzó a leer
y muchos conocimientos empezó a tener;
en uno de ellos la fórmula de un elixir encontró
con el que a Vera de los peligros del bosque salvó
pues un jarabe delicioso le preparó
y así, a los seres buenos distinguió;
Vera ya no tendría miedo de nada,
ya que para reconocer el bien estaba preparada …
todos creían que para ser doctora o enfermera Martina se prepararía
pero ella los sorprendía cuando les decía lo que de mayor sería:
¡albañil y cantante, como David Bustamante! …
Para todo el que lo necesitase, quería construir un hogar,
esa era para Martina, la mejor forma de ayudar;
no sabía cómo lo haría, seguro que difícil sería
pero lo intentaría, lo que le dijesen no le importaría,
en el empeño de lograr su sueño, no desistiría.
De ahí que albañil quisiera ser,
para un centro de acogida saber hacer;
aunque sus amigos se reían pues en que lo consiguiera no creían,
la pequeña seguía deseándolo con ilusión,
anhelando conseguirlo con todo su corazón …
y ocurrió, que casualmente, tuvo una gran oportunidad:
los miembros de la comunidad crearon una hermandad
que pretendía construir un edificio al que llamarían hospicio,
donde los pequeños huérfanos podrían vivir
y los mas necesitados, un refugio conseguir.
Martina se apuntó al proyecto entusiasmada,
¡por fin podría practicar lo que tanto deseaba!
Pero a echar una mano muy pocos se apuntaron
y casi el proyecto parado dejaron,
sin embargo, a Martina, nada ni nadie la detenía
y después del cole, con los voluntarios se reunía,
con ellos debía cooperar para el edificio acabar …
La pequeña muy duro trabajaba aunque no le importaba,
pues mientras sin descanso, ladrillo a ladrillo ponía,
el oficio que deseaba tener, sin darse cuenta, aprendía …
Un día en el que el cemento amasaba y con su voz linda cantaba,
un joven boquiabierto la escuchaba;
Martina ni cuenta se dió y cantando y trabajando continuó,
sólo cuando el chico aplaudió,
de su presencia se percató
y casi del andamio se cayó,
pues tenía delante al mismísimo Bustamante.
Frente a ella estaba y sorprendido la miraba …
Alba, la mamá de Martina, había sido un poco “pillina”
porque sabiendo la ilusión que a su hija le haría
y conociendo el buen corazón que David tenía,
había explicado al cantante, la bonita labor que su pequeña hacia.
Así es que el joven la chaqueta se quitó,
las mangas de su camisa se remangó,
y a poner ladrillos a Martina enseñó,
mientras ambos sus canciones cantaban
y sus amigos embobados los observaban.
Cuando de ellos se despidió,
entradas para su concierto les dió
y a Martina recordó, que él en su sueño había creído
y por eso su deseada recompensa había tenido …
Y aunque quizás de mayor Martina cambiaría de opinión
y no se dedicaría a la construcción,
o ni siquiera la vida de un artista le gustaría
y tampoco cantante sería,
habría aprendido que debes escuchar a tu corazón,
aunque nadie te dé la razón,
porque al menos alcanzar tu sueño habrás intentado
y en el camino alguna experiencia habrás ganado.